De tripas, corazón y cerebro. Parte 1

"Si supiéramos -aunque sea un poco- cómo funciona nuestro cuerpo, cuidaríamos más lo que comemos".

Mi alergia, mi maestra.

En diciembre pasado, justo el día 30,  fui con la otorrino. Como cada año por esa época, la rinitis alérgica que -según yo-padezco desde hace años, inflamó tanto mis cornetes que no podía respirar bien en las noches y dormir se hacía de lo más difícil, sobre todo, porque ahora ese "tradicional" síntoma se hizo acompañar de uno nuevo más incómodo para mí: urticaria o dermatitis... comezón, pues y sensibilidad en la piel al rascarme. -¡Tengo roña!- Le decía a mi marido. Por lo que aproveché la cita médica para ver a qué podía deberse y ¿qué creen?...sí, era una reacción alérgica más. 


Así que además del spray nasal, me recetaron un antihistamínico. Ambos me ayudaron a mejorar de inmediato y fui feliz por todo ese mes que duró el tratamiento, porque a los tres días después, volvieron las comezones y, a la semana siguiente, yo con la otorrino. 

-Pues tu nariz ya no está inflamada, pero debes tener alguna reacción alérgica alimentaria. Te recomiendo ir con un alergólogo- Dijo ella. 

-Pero el alergólogo me va a querer poner sus vacunas y no quiero que me diga que soy alérgica a lo que me gusta comer o al aire o al polvo. Además, nuuunca he tenido alergias a los alimentos. Siempre he comido de todo-Dije yo, tan necia como siempre.

Entonces remató: -Mira, hay dos momentos "pico" de las alergias en el cuerpo; uno es cuando eres bebé, que vas introduciendo alimentos y hacen reacción o no y, el otro, es cerca de los 40... -¡Touché! Pensé yo y tragué aire.



Pa' no hacerles la anécdota más larga, el acuerdo terminó en que me haría unos análisis de sangre para detectar alergenos alimentarios y ella los vería para determinar si podía ayudarme o si era muy grave el asunto, como para ir con el alergólogo. 

Llegando a casa llamé al laboratorio para cotizar...los estudios costaban ¡casi 5 mil pesos! ¿Creen que me los fui a hacer? Colgué el teléfono y en ese rato pensé desde en cuánto me iba a costar el tratamiento con el alergólogo, hasta la pregunta clave: ¿cómo vine a enfermarme de esto". 

No estás enferma, estás inflamada

Como buena investigadora que la escuela me hizo, me puse a indagar causas de alergias por todas las vertientes de las que soy fan: emocional, psicológica, clínica, alternativa y, por supuesto, espiritual. 

Bien dicen que sólo es cuestión de hacernos las preguntas y estar atentos para poder ver las respuestas, pues no hay "enfermedad" que no venga con su "cura". Y lo digo con todo respeto para los médicos y sanadores que hacen una gran labor en esta vida y todos sus años de estudio. Pero creo firmemente que estar sanos o "curarnos" depende más de nosotros y que los médicos y medicinas son un apoyo.



Afortunadamente, información hay mucha. Desafortunadamente, no es fácil saber elegir la más confiable, pero podemos hacer tontos a todos, menos a nosotros mismos; en el fondo, sabemos lo que nos puede estar "enfermando" o haciéndonos sentir mal. 

Físicamente, yo venía de darle "vuelo" a las fiestas de fin de año: harto pan, harta azúcar, harta carne, harto vino, harto todo...y emocionalmente, lo que implican esas fechas: la familia, metas no cumplidas, pendientes, miedos y frustraciones que literalmente me "picaban". ¿Saben que para la biodescodificación, las alergias en la piel son un conflicto de separación? Así que también busqué por ahí. 

Pero empecé con lo más "facil": la comida. 
Me propuse eliminar por un mes los alimentos clasificados como "alergénicos e inflamatorios" para ver si la causa era alguno de ellos: leche, huevo, alcohol y fermentados, gluten, fresas, enlatados, cacahuates... embutidos, mariscos y puerco ya no consumo desde hace años y, la carne roja, la reduje a solo una vez por semana. Si en este periodo, mi molestia seguía, pues con todo el dolor del bolsillo iría a los análisis.


Por fortuna, la mejoría fue notable desde la primer semana. Al reducir mi lista de alimentos por consumir y saber exactamente lo que comía, pude detectar alguna reacción. La más notoria fue la de los quesos "fuertes" no pasteurizados que me encantan y, por supuesto, entender que mi organismo no estaba enfermo sino "inflamado".

La trilogía maravilla

Hay quien nos dice que somos lo que pensamos; otros, que somos lo que hacemos y, también quien asegura que somos lo que comemos...pues bien. Yo creo que somos todo eso y hasta lo que sí y no digerimos:

Hace 4.500 años, los eruditos egipcios situaban en la parte más prosaica de nuestro organismo, con sus intestinos inquietos y pestilentes, la sede de nuestras emociones. En el Papiro Smith, por ejemplo, ya puede leerse que el estómago constituye la desembocadura del corazón, el órgano “donde se localizan el pensamiento y el sentimiento”.De este modo, cualquier manifestación o alteración en la mente cardiaca se refleja indefectiblemente en el aparato digestivo. 




Asi es. La tripa tiene neuronas y esas neuronas no sólo controlan la digestión. Según investigaciones, el 90% de la serotonina (hormona clave de la conducta humana), se sintetiza en el intestino y se forma a partir del triptófano, un aminoácido esencial que solo se obtiene de los alimentos. También sintetiza benzodiazepinas (algo así como el vallium, pero natural). 


En si, las tripas o intestinos tienen dos grandes misiones: supervisar el proceso de digestión y colaborar con el sistema inmune para la defensa del organismo.

En el siguiente post te concluyo la historia y el cómo podemos hacer que nuestros intestinos y sus más de 2kg de bacterias, conspiren a nuestro favor.

Nos leemos pronto. 









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